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miércoles, 25 de junio de 2014

Dependencia afectiva y vínculos tóxicos



La dependencia  afectiva o emocional afecta a hombres y mujeres si bien no está mencionado en el manual de psiquiatría del DSM5, existen ciertos indicadores que se manifiestan en los individuos que tienden a establecer vínculos de dependencia tóxicas con parejas o con otras personas. No es frecuente que sean conscientes del apego patológico aunque lo vivan con angustia y preocupación, porque no pueden ver las características enfermizas de la relación y el deterioro emocional en el que están inmersos.

Los codependientes por lo general son éxitosos en algunas áreas como en el ámbito laboral, social, académico, familiar, suelen ser muy exigentes con ellos mismos, aspiran a objetivos elevados, las cosas deben ser como ellos creen que deben ser, son sistemáticos y estructurados, por ello cuando algo se descarrila de su sistema de organización, lo viven con mucha ansiedad y gran malestar. En sus vínculos sociales son complacientes y abnegados, siempre están predispuestos a satisfacer las necesidades de los demás, sobreadaptandose pasivamente a diversas situaciones, aún a aquellas que comienzan a dejar de tenerlo en cuenta, no logran advertir que en este esfuerzo que se vive como natural, van desestimando sus propios espacios personales, sus necesidades vitales y afectivas más profundas. Parecen acostumbrados a una “rutina de dar y estar para los demás”.  Por lo general, sienten que no lo hacen por obligación, ni por presión sino que lo interpretan como una muestra de cariño, de amor, que les nace de manera natural y altruista. De lo que no se dan cuenta es mientras van construyendo esta relación de dependencia, van perdiendo su auténtica identidad, sin el otro no son nada. El problema suscita cuando comienzan a aparecer señales de malestar psíquico y/ o físico, enfermedades, angustia, depresión, ansiedad. Las preocupaciones giran en torno a la posibilidad de que la persona amada deje de amarlo/a, deje de estar a su lado, el solo hecho de pensar en el abandono se vuelve intolerable, desgarrador, aún a pesar de que su entorno trate de convencerlo de que esa relación no es buena, no hay razón que explique la partida. No existe nada que pueda convencerlo de que esa relación no puede seguir por los altos costos que acarrea.

El dilema que se plantea es que el codependiente no puede dejar pero tampoco puede vivir sin esa relación,  de manera tal que el dependiente termina adaptándose y moldeándose de acuerdo a lo que cree que el otro espera de él. Digo cree en el sentido de ilusión, al pensar que da todo a cambio de nada o de poco con tal de retener el amor de manera obstinada. En esta relación el dependiente no puede ser él mismo, no cuenta con recursos personales, no logra limitar las conductas de abuso, de maltrato y no puede comprender por qué no puede dejar de sentir culpa si se atreve a dejar de ofrecer su disposición incondicional, se siente obligado a cumplir a ayudar perdiendo de vista que en esta intensión deja de amarse y cuidarse a sí mismo.

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