El miedo y la soledad
amigas y enemigas
El miedo es una emoción de vital importancia.
Desde los principios de la humanidad el miedo acompañó al hombre frente a las
amenazas y los peligros potenciales de
la naturaleza, el hombre tenía que
defenderse de los depredadores para sobrevivir. En este sentido el miedo está a
favor de la vida, y anticipa la reacción de autoprotección. Cuando se percibe
el peligro, instintivamente el cuerpo se pone en alerta, los músculos se tensionan, la respiración se acelera, las pupilas se
dilatan, el cuerpo se prepara y está listo para atacar o huir.
¿Por qué a veces el miedo es
desproporcionado en relación al peligro real?
La mente del ser humano tiene un
protagonismo fundamental en la estimulación del miedo y muchas veces la ansiedad anticipatoria prepara falsamente al
cuerpo para defenderse. Cuando el cuerpo no reacciona acorde a las circunstancias reales, se dice que esta
reacción es desadaptativa. Algunas conductas desadaptativas frente a situaciones novedosas
que representan un problema que es interpretado como amenazante y peligroso
para el individuo son la parálisis, la inacción, el enojo y la furia desmesurada
con los otros y con uno mismo, la reacción defensiva y agresiva por
desconfianza, son aquellas personas que tienen un pensamiento pesimista y que
se desalientan con facilidad, desborde emocional con angustia, por la
impotencia que sienten al percibir que la situación está fuera de su control.
Llega un momento en que el miedo y la frustración se vuelven insoportable y para muchas personas no hay más opción que la evitación,
se escapan intentando apartarse del estímulo que provoca el temor. Los temores
pueden ser específicos y concretos, como por ejemplo el miedo a las
enfermedades, el miedo a la gente, el
miedo a la oscuridad o pueden tratarse de miedos más difíciles de discriminar
porque responde a estímulos internos, como el miedo a que la persona que amo me
deje o el miedo a los cambios. La
persona temerosa o fóbica se va aislando, no se siente comprendida, se siente
inadecuada y reduce paulatinamente los
espacios de potenciales peligros. Este círculo vicioso y estéril se repite sistemáticamente empobreciendo la
vida. ¿Por qué no puede abandonar esta manera de conducirse frente al miedo? En
principio porque de esta manera a pesar del sufrimiento el individuo se siente
protegido, a salvo, no conoce otra manera de resolver el problema, y porque no cuenta con otros
recursos para hacer frente al miedo.
En este contexto, la soledad
adquiere protagonismo, y se convierte en amiga y enemiga del miedo. Por un
lado, como aliada para eludir y protegerse de un mundo peligroso y malicioso. A
menudo los adolescentes o también adultos pasan
muchas horas frente a la computadora, apartados, desconectados, sin
interés por otras cosas que
podrían deparar verdadero placer y satisfacción. Se van quedando solos presos de la gratificación inmediata que
procuran las nuevas tecnologías, o bien dedican su vida a estar ocupados
permanentemente en sus trabajos, otros ambientan su hogar o su trabajo con todo
lo que necesiten para sentirse protegidos
prescindiendo de otros espacios de desarrollo y crecimiento personal. La vida se vuelve predecible, rutinaria pero también el
individuo se va quedando solo. Sin
embargo, en algún momento se dan cuenta que ante la ausencia de distractores,
si se permiten un instante para reflexionar sobrevienen los pensamientos más
terroríficos y pueden tomar conciencia
de la cobardía en que se refugiaron por tanto tiempo sin entenderla como tal.
Algunas personas refieren:
“Cuando me quedo solo siento que
en la oscuridad se ocultan cosas o monstruos”.
“Mi primera reacción cuando una persona hace
algo que no espero es desconfianza, ¿querrá obtener algún beneficio? ¿Me estará
mintiendo? .
“Pienso que no voy a poder y no
puedo reaccionar, toda mi vida hice lo mismo y no me animé a otras cosas”.
Por otro lado, el miedo a la
soledad, de acuerdo a mi experiencia con personas con distintos niveles de
temores y fobias conformaría el temor de base.
Se trata de una soledad
vivenciada en los primeros años como temor al abandono e indefensión, debido a
la ausencia de la protección de los primeros vínculos de confianza con las
figuras primarias. El ser humano necesita creer en algo, que represente la
protección, el cuidado que sirve para preparar el terreno para el desarrollo de
la confianza básica ante situaciones percibidas como peligrosas y si estas
condiciones de vida no pudieron ser garantizadas por ausencia, o por el
contrario en lugar de figuras de confianza hubieron vivencias traumáticas como
por ejemplo abuso, violencia y abandono de
quienes deberían haber protegido, o sobreadaptación de los niños a las
situaciones donde tuvieron que por ejemplo volverse padres de sus padres y
nadie tuvo en cuenta sus necesidades, se
propician las bases para el desarrollo
de una personalidad insegura y temerosa por volver a vivenciar estas
experiencias de desprotección y abandono que lo sumergen en la desesperación y
la desesperanza.
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