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martes, 18 de marzo de 2014

El miedo y la soledad, amigas y enemigas


 
El miedo  y la soledad amigas y enemigas

El  miedo es una emoción de vital importancia. Desde los principios de la humanidad el miedo acompañó al hombre frente a las amenazas y  los peligros potenciales de la naturaleza,  el hombre tenía que defenderse de los depredadores para sobrevivir. En este sentido el miedo está a favor de la vida, y anticipa la reacción de autoprotección. Cuando se percibe el peligro, instintivamente el cuerpo se pone en alerta,  los músculos se tensionan,  la respiración se acelera, las pupilas se dilatan,  el cuerpo se  prepara y está listo para atacar o huir.

¿Por qué a veces el miedo es desproporcionado en relación al peligro real?

La mente del ser humano tiene un protagonismo fundamental en la estimulación del miedo y muchas veces la  ansiedad anticipatoria prepara falsamente al cuerpo para defenderse. Cuando el cuerpo no reacciona acorde  a las circunstancias reales, se dice que esta reacción es desadaptativa.  Algunas  conductas  desadaptativas frente a situaciones novedosas que representan un problema que es interpretado como amenazante y peligroso para el individuo son la parálisis, la inacción, el enojo y la furia desmesurada con los otros y con uno mismo, la reacción defensiva y agresiva por desconfianza, son aquellas personas que tienen un pensamiento pesimista y que se desalientan con facilidad, desborde emocional con angustia, por la impotencia que sienten al percibir que la situación está fuera de su control. Llega un momento en que el miedo y la frustración se vuelven insoportable y  para muchas  personas no hay más opción que la evitación, se escapan intentando apartarse del estímulo que provoca el temor. Los temores pueden ser específicos y concretos, como por ejemplo el miedo a las enfermedades, el miedo a la gente,  el miedo a la oscuridad o pueden tratarse de miedos más difíciles de discriminar porque responde a estímulos internos, como el miedo a que la persona que amo me deje o el miedo a los cambios.  La persona temerosa o fóbica se va aislando, no se siente comprendida, se siente inadecuada  y reduce paulatinamente los espacios de potenciales peligros. Este círculo vicioso y estéril  se repite sistemáticamente empobreciendo la vida. ¿Por qué no puede abandonar esta manera de conducirse frente al miedo? En principio porque de esta manera a pesar del sufrimiento el individuo se siente protegido, a salvo, no conoce otra manera de resolver  el problema, y porque no cuenta con otros recursos para hacer frente al miedo.

En este contexto, la soledad adquiere protagonismo, y se convierte en amiga y enemiga del miedo. Por un lado, como aliada para eludir y protegerse de un mundo peligroso y malicioso. A menudo   los adolescentes o también adultos pasan muchas horas frente a la computadora, apartados, desconectados,  sin  interés por otras  cosas que podrían deparar verdadero placer y satisfacción. Se van quedando solos  presos de la gratificación inmediata que procuran las nuevas tecnologías, o bien dedican su vida a estar ocupados permanentemente en sus trabajos, otros ambientan su hogar o su trabajo con todo lo que necesiten  para sentirse   protegidos  prescindiendo de otros espacios de desarrollo y crecimiento personal.  La vida se vuelve  predecible, rutinaria pero también el individuo se va quedando solo.  Sin embargo, en algún momento se dan cuenta que ante la ausencia de distractores, si se permiten un instante para reflexionar sobrevienen los pensamientos más terroríficos y pueden  tomar conciencia de la cobardía en que se refugiaron por tanto tiempo sin entenderla como tal. Algunas personas refieren:

“Cuando me quedo solo siento que en la oscuridad se ocultan cosas o monstruos”.

 “Mi primera reacción cuando una persona hace algo que no espero es desconfianza, ¿querrá obtener algún beneficio? ¿Me estará mintiendo? .

“Pienso que no voy a poder y no puedo reaccionar, toda mi vida hice lo mismo y no me animé a otras cosas”.

Por otro lado, el miedo a la soledad, de acuerdo a mi experiencia con personas con distintos niveles de temores y fobias conformaría el temor de base.

Se trata de una soledad vivenciada en los primeros años como temor al abandono e indefensión, debido a la ausencia de la protección de los primeros vínculos de confianza con las figuras primarias. El ser humano necesita creer en algo, que represente la protección, el cuidado que sirve para preparar el terreno para el desarrollo de la confianza básica ante situaciones percibidas como peligrosas y si  estas  condiciones de vida no pudieron ser garantizadas por ausencia, o por el contrario en lugar de figuras de confianza hubieron vivencias traumáticas como por ejemplo abuso, violencia  y abandono de quienes deberían haber protegido, o sobreadaptación de los niños a las situaciones donde tuvieron que por ejemplo volverse padres de sus padres y nadie tuvo en cuenta sus necesidades,  se propician  las bases para el desarrollo de una personalidad insegura y temerosa por volver a vivenciar estas experiencias de desprotección y abandono que lo sumergen en la desesperación y la desesperanza.

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