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domingo, 1 de mayo de 2011

La Educación imposible


La escuela puede ser pensada como un sistema social abierto y como promotora del proceso de socialización secundaria. En este sentido, la escuela está organizada como un todo funcional, en el cual cada una de las partes cumple una función precisa que adquiere sentido en relación al resto de los elementos del todo, y no de manera aislada y desprendida, sino que todas las partes están interrelacionadas para conformar un todo significativo. Un todo que cobrara un sentido y significado particular, pensamos la escuela integrada por elementos tales como, docentes y no docentes, alumnos, familias, comunidad, espacios y tiempos, canales de comunicación explícitos e implícitos, sistemas de organización etc. Este cuerpo compone un sistema social particular que de alguna manera pondrá en marcha y disparará los mecanismos que participarán en el proceso de socialización secundaria, determinado por la forma en que el conocimiento será distribuido y por como y cual será la división social
En esta dinámica institucional se manifiestan quiebres, rupturas ligadas a la dificultad sino imposibilidad de la educación. Salvando aquellos casos de alumnos que podrán terminar sus estudios para elegir con cierta libertad que es lo que le conviene más como proyecto de vida. No obstante, persiste una demanda que aumenta, expresada en reclamos, quejas y una conmoción generalizada referidas a las diversas problemáticas con la que tiene que convivir el cuerpo docente, los alumnos, las familias y la comunidad en si misma, denunciando un malestar que merece y busca una explicación, aunque las voces estén desencontradas, pero que al menos nos sirva para atenuar la tensión y malestar generalizado. Cabe aclarar que esta peculiar manifestación de descontento insiste en el ámbito público de la educación con más claridad, con extrema crudeza y desmesura que culmina en un aire de perplejidad y asombro naturalizado por parte de los adultos formen o no parte del sistema educativo público. Solo para nombrar algunos de estos núcleos problemáticos, pienso, en la repitencia, la violencia entre los diferentes actores, dentro y fuera de la escuela, la delincuencia, los embarazos múltiples, la maternidad en la adolescencia, etc.
Para pensar algunos de los factores macrosociales que inciden en la reproducción y por ende, repetición sintomatológica, considero pertinente y acertado los aportes de P. Bourdieu y J.C. Passeron referidos a los conceptos de “capital simbólico” y “violencia simbólica”.
Violencia remite a una lucha de fuerza entre una parte que somete y otra que es sometida, la violencia no queda reducida al propósito deliberado y conciente de dañar, sino más bien que tiene la intención de doblegar y someter, oprimir, con mecanismos que no son evidentes de manera clara y explícita, si bien sutiles no menos dañinos en sus efectos.
¿De que violencia se trata? La escuela actual es incapaz aún, de improvisar cambios o al menos reflexionar sobre su forma de organización y funcionamiento ya sea desde lo meramente estructural y espacial como timbres que marcan los tiempos de ingreso al aula o salida al recreo, la organización espacial en el aula, de bancos colocados en hileras, el uso de guardapolvos y uniformes, organización en grados y años secuenciados, como la comunicacional en donde no importa tanto lo que el alumno crea, siente, opine sino que “debe” hacer y comportarse como la escuela lo instituye, esta modalidad de organización fue un legado de los tiempos de la industrialización, período histórico caracterizado por la industria y la manufactura, modelo maquinicista necesario para el control y la eficacia del funcionamiento de sus partes, de manera homogénea, es decir, la misma para todos. En este punto me pregunto acaso ¿No será tiempo de transgredir en su justa medida la organización y la modalidad de educabilidad instituida por el sistema actual educativo?
El capital cultural, remite a el conocimiento, al saber simbólico transmitido de generación en generación, que se ve afectado por los valores culturales e idiosincrásicos de cada comunidad, y funciona como base y referencia individual, particular, e identificatorio, por supuesto que no es el mismo para todos, es decir, el capital cultural de los indígenas argentinos no es el mismo que el de la cultura occidental, aunque los diferentes medios de reproducción así no lo entiendan o acepten, por diversos motivos pero que no distan de ser la conveniencia económica particular, mezquina, y egoista, de las clases dominantes.
La escuela pretende que sí lo sea, sobreestimando y transmitiendo de manera sistematizada los valores de la clase dominante y paralelamente segregando y desvalorizando lo otro diferente, distinto, perteneciente en general a una minoría que no puede más que someterse, y que muchos aún al querer dar una respuesta que explique lo intolerable, señalan como: “ellos, los distintos, los que se autodiscriminan”, “los que vienen a invadirnos”, de esta manera, aquellos alumnos que no pueden cumplir con los parámetros exigidos por el sistema educativo, que garantizarían el éxito y que consideran el mérito y el talento son nombrados como los “incapaces”, “vagos”, “desinteresados”, sin detenerse a pensar que esto de lo que nos quejamos no deja de repetirse y que hasta se convierte en síntoma de un malestar social, cultural y educativo. Así, queda sobreentendido que solo los que posean un capital cultural apto, el reconocido por las clases sociales dominantes, podrán ocupar los primeros lugares en la pirámide social. Los demás serán segregados, violentados, oprimidos sin opciones para discernir una realidad impuesta y autoritaria.
También en alusión a la dificultad para la educación, creo que los adultos, partícipes de proceso de socialización secundaria debemos ser muy cautelosos cuando comprendemos e interpretamos que el “mejor” y “único” futuro valioso para nuestros chicos es “una carrera universitaria”, o bien reiteramos el mandato autoritario en la expresión: “tenés que estudiar”. Muchas veces escucho como se reitera esta creencia como si fuera el único camino digno de transitar y que constituye la garantía de éxito personal, en el primer caso, estamos obligando y desvalorizando múltiples y diferentes proyectos de vida que no van de la mano de una carrera universitaria, aunque no por ello acepte que se vive mejor con educación y en el segundo caso no logramos vislumbrar que la obligación de estudiar para muchos connota un sometimiento a una forma de dominación que no hace más que provocar el disconformismo por lo inadecuado que resulta educar sin considerar y evaluar a la escuela como un verdadero sistema abierto hacia la comunidad, que tome en cuenta, su identidad, sus necesidades, sus problemas particulares, diversos y peculiares que hacen al verdadero capital cultural y que requiere de intervenciones heterogéneas, que apueste a la diversidad y a la inclusión generalizada.

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