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viernes, 10 de enero de 2014

Niños inquietos y desatentos. La construcción psicofísica del cuerpo.





Niños inquietos y desatentos. La construcción psicofísica del cuerpo.

“En la escuela me pidieron que hiciera una consulta porque mi hijo se porta mal. No obedece, llora, hace unos berrinches terribles, pega y no se queda quieto. Dicen que el problema va a ser cuando comience el primer grado, porque le va a costar seguir las normas y puede llegar a tener problemas para aprender. Desde el gabinete me dijeron que puede ser un chico hiperactivo”.
Este es el ejemplo del caso de un niño de 4 años que manifiesta problemas de conducta en el jardín y en la casa, que se enoja al punto de arrojar objetos, o exponerse a situaciones de peligro ante la incapacidad para poder regular su excitación psicomotriz y encontrar un límite interno. A veces parece que no escucha cuando se los llama por su nombre. No sostiene la atención por tiempos prolongados, parece tener otras prioridades y escaso o ningún interés por algunas de las propuestas o pedidos de los adultos.

¿A quién, cómo y por qué molesta la conducta del niño?

Desde la escuela se subrayan aspectos positivos y también las dificultades para “permanecer más tiempo sentado”, “obedecer a los pedidos y normas de la maestra”, “a veces pega a los compañeros”, etc. Lo que va en contra de los estándares exigidos por la escuela. Por lo tanto este chico no responde a las expectativas y requisitos comportamentales que le permitiría adecuarse a la naturaleza de la vida escolar y garantizar así el éxito en su futura trayectoria escolar.
Los padres pueden perciben la preocupación escolar como un ataque al niño o puede inducir temor y aumentar la preocupación, lo que confluye hacia una mirada fragmentada del niño.
El cuerpo del niño adquiere absoluto protagonismo, y se pretende detenerlo para que se adecue y se comporte como el resto de los niños. Es esta intención si bien lógica y racional no por ello suficiente para conocer y comprender este comportamiento.

¿Por qué es frecuente que fracasen los diversos intentos de los adultos a la hora de “poner límites”?
Puedo considerar al menos dos aspectos respecto de lo que el cuerpo significa y de como es tratado por los  padres y el niño.
Cuando se dice del niño que “no hace caso y no obedece”, da la impresión de que se tiene la certeza de que es una elección del niño hacer caso omiso, que es una acción deliberada, lo que provoca la reacción de enojo de los padres o demás adultos, tomándose la respuesta del niño como producto de esta interpretación simple y reduccionista. El vínculo con el niño se va deteriorando y se va reforzando la conducta negativa ya que finalmente el niño va asumiendo e incorporando la idea y la sensación de que de esta manera puede ser reconocido, de que puede tener control de su entorno identificándose con el rol de niño inquieto, desobediente o cualquier otra denominación.

El cuerpo no solo debe ser entendido como cuerpo físico sino como construcción subjetiva. Desde el nacimiento el cuerpo del bebé y de la mamá están en contacto. El cuerpo del bebé es fuente de necesidades vitales para la autoconservación y de emociones y afectos que le irán confiriendo tranquilidad y seguridad. Es mediante sensaciones de frustración y gratificación en la díada madre – bebé lo que irá permitiendo la construcción de la noción del cuerpo durante los tiempos inaugurales y la infancia.
En los chiquitos con necesidad de movilidad, hay que poder comprender cuales son los factores que predisponen e inciden en las dificultades para autoregularlo, respetando y conociendo cuales fueron y son las experiencias vitales que atravesó en los primeros tiempos el niño y en ese contexto singular, familiar y social entender la situación presente para poder diseñar las estrategias adecuadas de intervención con el niño, la familia y la escuela.
Estos son algunos de los motivos por lo cuales el armado y la ejecución de límites no deben entenderse solamente desde la dimensión de la obediencia mecánica y conductual.

 

 

 

 

 

 

 

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