
Muchos padres pueden llegar a confundir la manifestación de un verdadero trastorno de conducta con lo que vulgarmente denominamos “caprichos” o “berrinches”.
Evolutivamente existen determinadas conductas que son esperables a cierta edad, pero una vez cumplido cierto ciclo evolutivo se espera que exista un dominio de si mismo. con la adquisición de una mayor autonomía, un control de los deseos e impulsos. Es decir, generalmente la crianza de un niño de entre 2 y 5 años se orienta a la búsqueda de conductas de obediencia, a que logre cumplir con normas y pautas que le permitan manejarse con seguridad y cuidado para si mismo y para con los demás. Al principio es importante comprender que el tipo de pensamiento que prepondera es concreto, esto significa que el niño tiene que “ver para creer”, de nada vale insistir en que obedezca repitiéndole por ejemplo que los caramelos se han acabado, no es que el niño no crea en nuestra palabra (muchos padres se enojan porque creen que el niño no quiere obedecer siempre) sino que necesita asegurarse de que es así. Por ejemplo, sucede que el niño deja de insistir cuando se le “muestra efectivamente” que la caja de caramelos está vacía. Este es un simple ejemplo de lo importante que es tener en cuenta que la capacidad mental de los chiquitos dista de la de un adulto, por ello es importante tratar de mantener la paciencia y ponerse en el lugar del niño. De allí que tampoco aprenderá a los golpes, a lo sumo aprenderá a temer. ¿Además que sucederá cuando el niño se convierta en mayor? Es probable que en algunos casos repita patrones de conductas aprendidas en el seno familiar o sobrevenga una personalidad insegura y temerosa.
Es frecuente escuchar que los niños de hoy son más “despiertos, inquietos y demandan más”, en comparación a generaciones anteriores. Esta afirmación en cierto sentido es verdadera, y ocurre en parte debido a un contexto social que difiere al de otras épocas, caracterizado por procesos de evolución social y económica que impactaron directamente en la vida cotidiana del ser humano. Me refiero a la super conocida “sociedad de consumo”, este es un tema aparte que no desarrollaré en este artículo, pero que vale mencionar para comprender la multicausalidad de ciertos trastornos de conducta.
Las quejas de los padres subrayan la idea de chicos que no se conforman con nada, que se aburren, que no disfrutan porque están pensando en lo que aún no tienen, y ello lleva a veces a intentos desesperados por parte de los padres por mantener ocupados a los niños en diversas actividades, o que encuentren satisfacción con nuevos juegos y juguetes, etc. No obstante, hay que prestar atención, ya que estos argumentos sirven en ocasiones para sostener la creencia de que ciertas conductas impropias desaparecerán en cuanto crezcan. Pues bien, si la maduración física y psicológica son las adecuadas, efectivamente existirán niños que podrán ser más o menos dóciles, más o menos inquietos que otros sin que estos rasgos de conducta alteren u obstaculicen otras áreas de su vida cotidiana.
Comúnmente la primera señal de alarma surge desde la institución educativa, aparece el primer llamado de atención a los padres, los docentes arguyen la presencia de algunas o todas de las siguientes características: el niño se distrae con facilidad, tiene dificultades para seguir instrucciones, es desorganizado, le resulta difícil trabajar con independencia. Si a esto se le suma un alto nivel de actividad, que se caracteriza porque el niño esta en constante movimiento, es torpe, se cae de la silla, tira las cosas del escritorio y tiene dificultades en la capacidad de socialización con alta frustración cuando las cosas no se hacen a su antojo. Posiblemente estemos ante la presencia de TDAH (Trastorno de déficit de atención con hiperactividad), vale aclarar que antes de arribar a este diagnóstico será necesaria una evaluación cuidadosa para poder descartar otro tipo de causación de las conductas mencionadas.
Lo que es importante destacar es que la vida social del niño se va empobreciendo y volviendo conflictiva, impactando directamente en su propia autoestima ya que por lo general es tildado como malo, lo cual a veces lo lleva a aislarse o a incrementar aún más su enojo. También se ve muy afectado en su rendimiento académico de diversas maneras. En general si estos niños u adolescentes no son tratados adecuadamente suelen padecer graves consecuencias en el ámbito escolar, social, personal y familiar.
Por ello, es necesario realizar una consulta para descartar posibles patologías e intervenir a partir de un adecuado proceso psicodiagnóstico que permita arribar a un diagnóstico que puede derivarse en una orientación a la familia o bien en el comienzo de un tratamiento psicológico.
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